Ya sabeis que no suelo contar experiencias personales en este blog, pero cuando trancienden de lo que considero como normal, creo que es enriquecedor compartirlas.
Equivocarse de camino es normal. Esta mañana me ha pasado yendo al Atazar. ¿Quien no se ha pasado de salida en la carretera mientras hablaba con su compañero?
Cuando te equivocas de camino, sueles llegar tarde a tu destino, aunque si has madrugado, apenas se nota. En un día de sierra como el que ha sido hoy, todo iba como estaba previsto. Salida del Atazar, terreno rompepiernas hasta Alpedrete y, desde ahí, subida hasta el Mirador del Cerro de la Torrecilla. Fotos de rigor desde arriba y comienza el descenso hacia el Atazar.
Cuando todo apuntaba al rápido descenso, comienzan los "pequeños males". Primero, nos equivocamos de camino, lo cual nos hace darnos la vuelta. Al intentar atajar, nos vemos descendiendo monte a través por una ladera llena de piedras. Y entonces, sin previo aviso, comienzan los tirones en ambas piernas. Parar en seco y bajarme de la bicicleta no me sienta bien. Al no poder pararme a estirar debido al fuerte desnivel, trato de descender lentamente, aunque debo parar de vez en cuando. Los músculos son así, de repente y sin venir a cuento, te pegan un sopetazo que te dejan inmóvil.
Por fin estiro y me doy cuenta de que, de no haberme bajado de la bicicleta para descender, probablemente no me hubiese pasado nada. Tomo un poco de glucosa (igual hace algo) y por fin descendemos hacia el Atazar.
Pero antes, dos incidentes más. Uno menor (picotazo de un bicho en el pecho) y otro algo más laborioso (pinchazo de la rueda trasera).
Y a un kilómetro de la llegada, subida hacia el pueblo del Atazar. Los músculos avisan de nuevo y debo parar a estirar un poco. Tras un lento ascenso y llegando al cementerio, los tirones son ya insoportables. Me bajo de la bicicleta y, de repente, el vasto interno y el cuádriceps se ponen de acuerdo para estirarse al máximo sin yo pedírselo. Dolor y gritos de impotencia. Noto como si el vasto interno quisiese salir de mi cuerpo. Tras varios minutos puedo por fin levantarme y llegar al coche.
¿Qué ha pasado en esta ocasión? ¿Fatiga? ¿Alimentación escasa el día anterior? ¿Caminar con la bicicleta ha cuestas ha forzado mis músculos? Ante una nueva declaración de impotencia un compañero me dice estas sabias palabras: "Son males menores. Peor hubiese sido que uno de nosotros hubiese tenido un accidente, eso sí que es una faena".
Pues vas a tener razón...
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