Un día de lluvia, un pinchazo entre la lluvia… Más de uno se sentirá identificado al leer la primera frase. Parece algo normal, aunque en algunos casos puede resultar incluso cómico.
Esta es la típica historia que contamos diciendo que le ocurrió a un familiar, conocido o amigo. En honor a la verdad he de decir que me pasó a mí. Todos llevamos un pequeño globero dentro.
Una semana antes de ocurrir lo que habéis visto en la primera foto, pinché llegando a casa. A partir de ese momento, comenzó el habitual ritual. Desmontas la rueda en el trastero, la subes a casa, retiras la cámara, buscas el pinchazo, encuentras el motivo del mismo, reparas el pinchazo y dejas secar el parche. Una vez seco vuelves a colocar la cámara en su sitio y listo. Sólo falta bajar de nuevo la rueda al trastero para ponerla en su sitio.
Pues bien, una vez en el trastero me dispongo a colocar la rueda. Al instante, me percato de que me falta la tuerca del cierre rápido de la rueda trasera, la misma que pinché. Busco como un loco en el trastero y nada. Sin rastro de la tuerca. Subo a casa para ver si me la he dejado allí. Tampoco.
¿Una solución rápida para montar mañana en bicicleta sin necesidad de comprar un cierre rápido nuevo? Coger la tuerca de otra bicicleta que tengo muerta de risa en el trastero. Dudo que alguien me consiga la tuerca en cuestión, así que ya me compraré el cierre rápido en otra ocasión (apenas cuesta seis euros).
Una vez montada la rueda y lista de nuevo la bicicleta, salgo al día siguiente a montar. Una ruta con mezcla de carretera y caminos. Todo bien y sin novedades. El pinchazo se reparó correctamente.
Pues bien, a los pocos días salgo de nuevo con la bicicleta. Esta vez, y a mi pesar, salgo sólo por razones personales (un compromiso que me hizo adelantar la salida con el grupo con el que salgo habitualmente). Llevados ya 30 minutos de ruta, y tras un salto, reventón en la rueda trasera. “Mala suerte”, pienso yo. O no.
Comienzo de nuevo el ritual. Desmonto la rueda, separo la cámara de la cubierta…
(…)
Qué raro. Acabo de ver caer algo desde el interior de la cubierta. Miro al suelo y me encuentro con esta situación.
Dos cierres rápidos. Permanezco varios segundos contrariado hasta que mi cerebro comienza a dar sentido a lo ocurrido.
¿De donde había salido la tuerca? Del interior de la cubierta. Única explicación: me dejé la tuerca en el interior de la cubierta cuando arreglé el pinchazo. Y lo más sorprendente, la tuerca había permanecido entre la cámara y la cubierta, al menos durante una salida sin darme aparentes problemas.
Lleno de barro y riéndome de mi mismo y de mi torpeza, cambio la cámara reventada y vuelvo a casa con las orejas gachas.
Existe la leyenda urbana del cirujano que se dejó el reloj dentro del paciente. Pues bien, extrapolamos el caso al mundillo del mountain bike y éste es el resultado.
Historia veraz donde las haya. El Biciudadano más globero que nunca.
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